Una de las competencias básicas de la Inteligencia Emocional es el autoconocimiento, es decir, la toma de conciencia sobre uno/a mismo/a, detectar y entender qué me hace actuar de una determinada forma, qué sentimientos mueven esas acciones, cuáles son mis potencialidades, habilidades… y cuáles mis obstáculos personales. Se trata de poder tener una visión realista de uno/a mismo/a. El autoconocimiento es la base de la autoestima.
Pensemos por un momento ¿qué nivel de autoconocimiento tienen los niños/as? ¿de dónde les llega la información sobre cómo reaccionan, cómo actúan…? ¿de ellos/as mismos/as o del mundo adulto?. La formulación de la pregunta lleva la respuesta implícita en sí misma y ésta es la base del presente artículo: la inmensa mayoría de la información que los niños/as tienen sobre sí mismos/as les llega del exterior, les decimos cómo son, qué hacen bien, qué tienen que mejorar… Lamentablemente, además, tendemos a señalar más esta última parte (lo que tienen que mejorar) que lo que hacen bien (que se da “por supuesto” o que, en ocasiones, pensamos que no hay nada que decir porque “sólo cumplen con lo que debe ser”). Y no sólo eso, sino que, además, es frecuente escuchar estas propuestas de mejora no como tales, sino identificándolas con lo que el niño o la niña ES: “eres un vago” ,”eres un egoísta”, “eres un desobediente”, “eres un protestón”…
Resumiendo y relacionando conceptos: si la forma principal en que los niños/as se conocen a sí mismos/as es a través de lo que les decimos, si la información que reciben en este sentido está más centrada en lo negativo y si, además, les decimos con ello LO QUE SON… ¿qué tipo de autoconcepto tendrán? ¿cómo será su autoestima?. Muchos padres y madres me han dicho en diversas ocasiones “si no digo a mi hijo que es un protestón ¿cómo se va a dar cuenta y cómo va a poder cambiarlo? se lo digo porque le quiero, para que cambie”. Lo curioso es que, a pesar de que sea desde el cariño y desde la mejor intención, conseguimos el objetivo contrario: el niño/a se siente descalificado/a y, con ello, en ocasiones, “no querido/a”; provocamos que identifique esto que tanto le repetimos con algo suyo, propio y, además, no le ayudamos a pensar cómo poder cambiarlo, por lo que, incluso, reforzamos este comportamiento.
Os hacemos una serie de sencillas propuestas que, como padres, podéis tener presentes para ayudar a vuestros/as hijos/as a que generen una adecuada y positiva imagen de sí mismos/as: